Vivimos en un mundo cuyos lineamientos y pautas de acción han sido creados, establecidos y adoptados por los seres que lo habitan, nosotros mismos.
Las disposiciones de las cuales gozamos para desempeñarnos como individuos no son producto natural del planeta tierra, no han sido "heredadas" por el mundo -cuyo legado consta únicamente de una serie de átomos dispuestos en el espacio, si no que, nosotros, la humanidad, es quien los ha pensado, diseñado y construido cuidadosamente. Es por lo que este conjunto de preceptos, condiciones e incluso "etiquetas", se han denominado constructos sociales.
El dinero, el tiempo, la belleza, el idioma, la moda, los roles, el protocolo (entre muchos otros), han formado esquemas mentales fuertemente arraigados a nuestra cognición.Así, es inevitable que la forma en que el individuo perciba y comprenda su mundo se vea influenciado por los mismos. No obstante, la cruda realidad expone la arbitrariedad intrínseca de estos conceptos al ser constructos sociales.
La limitante de estos radica en el momento en que son transformados en ley. Se convierten en algo inamovible e invariante, un supuesto “deber ser”, cuyo único sustento nace de la subjetividad equívoca del individuo.
Lo anterior no solo priva al hombre de ejercer su libertad, si no que también repercute en su expresión creativa, encerrando su capacidad inventiva en un recinto de tan solo cuatro paredes.
Mas allá de permitirnos funcionar como sociedad, estos constructos pueden llegar a coartar el crecimiento del ser como ser. Limitándolo su actuar a una constante comparación con los estándares “normativos” de su comunidad.
De ahí se origina aprender a des-aprender y de-construir para construir.
Dinero
Acrílico sobre tela, 60 x 35 cm
Tiempo
Acrílico sobre tela, 60 x 35 cm
Belleza
Acrílico sobre tela, 60 x 35 cm
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Platón, hacked
Acrílico y pintura aerosol sobre tela, 80 x 60 cm
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En un mundo alterno I
Técnica mixta sobre tela 25 x 24.5 cm
En un mundo alterno II
Técnica mixta sobre tela 26 x 23 cm
